Se acercaba el cumpleaños de su hija, quien cumpliría 12 años y pronto saldría de la primaria. Dos momentos muy importantes se juntarían y su mamá, que era muy cariñosa y amorosa, quería darle un gran regalo.
La niña estaba creciendo; ya no podía contar sus años con los dedos de las manos, pero aun así, tenía una alma buena y cariñosa. Quería ser libre como las aves del campo, es decir, independiente y, al mismo tiempo, tomar sus propias decisiones.
Soñaba con hacer las cosas que hacía su mamá: usar zapatillas, ropa a la moda y una pequeña bolsa para guardar un celular de lujo, pero prefería correr descalza en el pasto, vestir cómoda y pasar tiempo con su mascota, antes que usar un teléfono móvil.
Pensaba que algún día podría hacer las cosas que hacían los adultos, como conducir un auto, usar tarjetas de crédito, participar en las votaciones del país y hablar de temas interesantes en los que todos quisieran participar.
Ella vivía en la etapa de su vida en la que más cambios tendría y aún estaba madurando. En ocasiones, estaba confundida y no sabía si seguir jugando con sus muñecas o pedir permiso para salir con sus amigas.
La mamá comprendía muy bien los sentimientos de su hija, pues ella también fue niña en alguna ocasión y había experimentado los mismos cambios; por ello, le fomentó un valor importante: la responsabilidad.
El día del cumpleaños llegó; había una pequeña fiesta en el jardín. Su familia y sus amigas más cercanas la acompañaban. Celebraron con jugo de manzana y un pastel adornado con 12 velitas. Una mesa se llenó de muchos regalos y la niña recibió muchos abrazos y felicitaciones. Fue un gran momento que marcó su paso a la madurez.
El papá le llevó a la niña una corona de flores, con pequeñas gotitas de cristal, en un cojín aterciopelado. Su mamá se la colocó en la cabeza y le dijo el significado de ésta: —En los tiempos de príncipes y princesas, los herederos del reino sabían que portar una corona era muy importante e implicaba una gran responsabilidad, porque el bienestar de un pueblo recaía sobre sus decisiones, por ello, antes de actuar, debían pensar sabiamente el futuro que querían para su pueblo.
Actualmente, ya no existe la monarquía. Tu padre y yo te regalamos esta corona de flores, para que seas consciente de que en tus decisiones recae la responsabilidad de tu futuro. Eres tú quien gobernará tu vida sabiamente.
Ya no vivimos en los tiempos de antaño, donde los gobernantes eran impuestos por su voluntad; hoy, son personas comunes con la gran convicción de aportar algo a su comunidad a través del derecho que tenemos de participar en la política.
Al finalizar la fiesta de cumpleaños, la pequeña se miró al espejo y vio sobre su cabeza una hermosa corona de flores de colores y gotas de cristal, que le recordaría por siempre que había recibido el gran regalo de la responsabilidad, el cual consistía en ser libre hasta donde ella deseara llegar y vivir plenamente tanto como quisiera, pero considerando que crecer implicaba obligaciones.
La niña agradeció a sus padres por todo lo que le habían dado; les dio un gran abrazo y, con la felicidad en su rostro, les dijo que escucharía sus consejos toda su vida. Cuando se fue a dormir, soñó que algún día, con ayuda del pueblo, ella llegaría a ser una figura pública de su país; no sería una princesa, pero podría tomar decisiones que beneficiarían a su comunidad.