A veces, las personas nos cuentan cosas muy personales de su vida porque les inspiramos confianza, pero no siempre debería de ser así, porque todos tenemos derecho a una vida privada, es decir, a guardar secretos, experiencias y momentos que sólo nos pertenecen a nosotros.
Sin embargo, hay momentos en los que podemos compartir y revelar secretos a los demás. En ocasiones, es muy difícil respetar este derecho, porque no tenemos muy claro qué es la vida privada de alguien. A mí me costaba trabajo entenderlo, pero reconozco que todos queremos tener un espacio sólo para nosotros y eso es a lo que se refiere este
derecho.
Todas las mañanas veo cómo la vecina, una señora grande de edad, saca una maceta colgante afuera de su balcón, la riega con cuidado y mucho cariño. Esta maceta, además de ser muy bonita, da unas flores diferentes a las que conocemos, extrañas, pero extraordinarias e interesantes.
El cuidado que le da a esa maceta en particular me ha hecho pensar que es muy importante para ella y he tenido la curiosidad de saber por qué. Un día por la tarde acompañé a mi mamá a visitarla a su casa; encontré el momento adecuado para preguntarle sobre aquella maceta y su significado.
Por un momento, la señora guardó silencio y no dijo nada; su semblante se volvió melancólico y triste. Mamá me miró e intentó decirme que fuera más prudente con mis comentarios; sin embargo, yo no sabía que esa maceta tenía un significado muy especial para la vecina.
Ella nos dijo que no acostumbraba hablar mucho sobre sí misma ni sobre sus cosas. En ese momento, sentí que me había entrometido en una vida ajena y que me estaban regañando por querer indagar más.
La vecina explicó que deseaba poder confiar en nosotros para compartirnos parte de su vida, así que comenzaría por contarnos la historia de la maceta colgante.
Su esposo le había regalado aquella maceta cuando aún eran novios; él había sembrado unas semillas y nadie más sabría qué flores crecerían, así que lo guardó como un secreto.
Después de unas semanas, comenzaron a salir los primeros retoños. El misterio que parecía haber sido resuelto no había terminado, porque nadie conocía la flor que de ahí crecería, pero pronto brotaron más.
En la primavera, un hermoso conjunto de flores diversas salía de la elegante maceta. La familia tenía una conexión con aquella pieza, pues la belleza y el misterio que escondía habían capturado la atención de todos.
El novio de nuestra vecina había escondido entre las flores que apenas crecían el anillo de compromiso; y cuando se reveló el secreto, la felicidad desbordaba a la familia.
La vecina estaba muy feliz cuando nos contó esta historia, porque recordó su juventud, a su familia y su difunto esposo. Quizá después de mucho tiempo, era la primera vez que le contaba su historia a otras personas y fue un momento muy especial.
Ahora sabía por qué cuidaba y amaba su maceta colgante; sin embargo, haber preguntado desde el comienzo sobre ésta me ayudó a comprender completamente el derecho de la vida privada.
A veces no entendemos bien el derecho a la privacidad y cometemos el error de proporcionar información personal en las redes sociales. Damos datos o referencias que la gente no necesita saber de nosotros. Como no vemos a las personas físicamente, escribimos información o publicamos fotografías que deberíamos mantener fuera del
conocimiento ajeno. Información que si las otras personas estuvieran frente a nosotros no se las daríamos.
Sin embargo, en ocasiones, olvidamos este derecho cuando recurrimos a los chismes, indagando sobre la vida de otras personas y diciendo mentiras que perjudican la imagen de quien se habla.