A veces nos pasamos la vida soñando tanto que, cuando vivimos experiencias increíbles, pensamos que seguimos durmiendo. Eso me pasó a mí, cuando le pedí a la luna que me concediera el deseo de conocer el mar.
Había imaginado tantas veces ver una puesta de sol en el mar y sentir como alcanzaban mis pies las olas. Ahora que tengo la oportunidad de vivir esa experiencia, siento cómo mi corazón palpita fuertemente; las emociones como la alegría no caben en mi alma.
He corrido, saltado y jugado todo el día en la playa; además, les agradecí a mis papás por haber cumplido mi sueño. Mi abuelo está muy contento de haber venido y yo no podría estar más feliz.
De pronto, una ola me ha revolcado y me ha arrastrado mar adentro. Creí que esto sólo pasaba en las películas, pero le ocurre a todos los que nos despistamos y no obedecemos.
Mi papá y un salvavidas han ido a mi rescate. Nadie me regañó, pero en unos instantes, mi momento de alegría se desvaneció, tan sólo de pensar que pudo haber sido peor. Tengo una amarga sensación en la garganta.
Sin embargo, todos me abrazaron y, después de un rato, todo está en tranquilidad. El cielo se torna de hermosos colores, como el del atardecer de aquel día de sol. Mi abuelo se ha sentado sobre la arena, donde las olas apenas rozan sus pies, y yo lo acompañaré.
Me ha pedido que observe a mi alrededor y le diga qué llama mi atención. Le he descrito el mar, el cielo, las gaviotas, la arena, los yates a los lejos, el acantilado, pero ¿qué estoy viendo?
A unos metros de distancia de donde estamos, se encuentra una palmera. Veo claramente cómo se ha torcido; sus hojas casi tocan el agua salada del mar, pero sigue abrazando sus raíces sobre tierra firme. Mi abuelo dice que había esperado todo este tiempo para que encontrara la palmera y sus cualidades, ya que es un gran ejemplo para nosotros.
“Esa palma ha crecido con dificultad en esa zona, pero ha tenido la capacidad de adaptarse y superar muchos problemas, como las mareas, los vientos, las tormentas y demás adversidades, por eso ha tomado la forma que ahora vemos. Pienso que ha sido perseverante y ha logrado algo que muchos podemos creer imposible”.
Mi abuelo ha adivinado mi pensamiento y me ha dicho que muchas personas nos dirán, en muchas ocasiones, que hay cosas imposibles, pero siempre existirán cosas extraordinarias como esta palma, para demostrarnos que no hay cosa inverosímil para la fe y la esperanza.
Hace muchos años, personas de todo el mundo creyeron en los derechos humanos; ellas lograron establecer un orden social e internacional que garantizara que éstos fueran respetados y efectivos.
Así como la palmera perseveró para crecer, nosotros debemos confiar, persistir y hacer valer nuestros derechos y libertades. En estos momentos, sé que todo puede ser posible; incluso podemos conquistar aquello que consideramos inalcanzable.
Después fuimos a comprar un coco y disfrutar de su sabor mientras el sol se ocultaba en el horizonte. El resto del viaje ha sido toda una aventura. He tratado de escuchar y obedecer, para que no vuelvan a suceder imprevistos.
He tenido la oportunidad de conocer el mar, de compartir experiencias con las personas que más quiero y de aprender más sobre el mundo y, de ahora en adelante, prometo portarme mucho mejor.