Aquella noche, muchas estrellas se dibujaban en el cielo y hacían de éste un lugar misterioso y lleno de secretos. Su papá le dijo que cada estrella que aparecía en el firmamento era un logro de un ser humano en la Tierra; unas se distinguían más que otras, pero eso no les restaba importancia a las demás.
Ella pronto terminaría la primaria y se preguntaba si un día una estrella aparecería en el cielo por ese logro. Había aprovechado todos sus estudios al máximo; participaba con felicidad en los festivales y en las ceremonias cívicas de su escuela, pero lo que más disfrutó fue haber asistido a las olimpiadas de conocimientos.
El papá sabía que, para ella, las estrellas representaban su dedicación y esfuerzo; por ello, la niña esperaba que sus logros se vieran reflejados en alguna constelación.
La celebración del día de la graduación estuvo muy bien organizada; aproximadamente, trescientos niños se despedían de su escuela; sus profesores los miraban con la esperanza de que su futuro estuviera lleno de hermosas experiencias y buenas acciones.
Llegó el momento en que ella daría el discurso de despedida oficial a la escuela. En su breve mensaje, destacó la importancia de tener la oportunidad de asistir a una escuela y recibir una formación educativa que ayudaría al crecimiento del país.
Mencionó que, gracias al apoyo de sus profesores, adquirió los conocimientos que necesitaba para su futuro; también reconoció el esfuerzo de los padres para que sus hijos recibieran la mejor educación posible.
En un momento de reflexión, dijo que veía los logros de las personas como estrellas en el cielo —aunque realmente sabía que la creación de éstas se debía a otros factores, le gustaba pensar de esa manera—. Porque siempre que las personas miraran al cielo y vieran las estrellas, admirarían el esfuerzo de los pequeños y grandes resultados que el ser humano es capaz de alcanzar, sin pensar en la distancia que existe entre éstas y la Tierra.
Los reconocimientos vinieron al final de su discurso, junto con los aplausos a toda la generación que, con mucha felicidad y buenos recuerdos, se despedía de la primaria, para continuar sus estudios en la secundaria; esa etapa les dejó el grato recuerdo de la infancia y los amigos.
Sus padres estaban muy orgullosos de ella, sobre todo su papá, por aquel mensaje que había dado. Cuando finalmente fue el momento de los abrazos y las fotos, la niña lo miró y le agradeció que le hubiera revelado su grandioso secreto sobre las estrellas.
El papá la miró con gran cariño y le dio un pequeño regalo; le dijo que quizá los logros no son como las estrellas del cielo, pero los éxitos de los seres humanos son como la cantidad de estás que cada noche iluminan el cielo.
Cuando la niña abrió el regalo, vio un pequeño dije de cristal en forma de estrella, que relucía en el empaque, con un mensaje que decía: “Tu mamá y yo pensamos que las estrellas no sólo están en el cielo sino, también, en la Tierra”.
Se puso el dije con gran gusto y recordó que muchas personas, como los militares, reciben condecoraciones por su honor o los deportistas, que obtienen medallas por sus triunfos, recibían premios porque sus acciones merecían ser admiradas como las estrellas; y entonces apreció el pequeño regalo que tenía en las manos y dijo: —Los seres humanos brillamos como las estrellas cuando obtenemos un logro.