En el lago de Xochimilco, entre las chinampas, que son un método ingenioso de cultivo y riego inventado por nuestros antepasados, se forman varios canales de agua en los que transitan las trajineras. Estas pequeñas embarcaciones son muy coloridas y llevan a los turistas a dar un recorrido por los canales, para que vean cómo siguen vivas las tradiciones del México antiguo. Una jovencita observa y disfruta ver ese paisaje diariamente.
Desde muy temprano, antes de que lleguen los turistas, arregla delicados ramos de flores en canastas chiquitas que coloca en la pequeña chalupa, después, sube a ésta y comienza a remar; las aguas del canal le abren paso y ella se dispone a ofrecer las flores a los turistas.
Cada vez que rema, comienza a cantar hermosas canciones en una lengua mexicana. Muchos turistas se quedan asombrados por la sencillez de su trabajo y la pasión que les transmite esa joven con su chalupa.
Un día, un matrimonio paseaba con su hijo en una trajinera. Durante el recorrido, escucharon cada vez más cerca el canto de la muchacha. La señora se llenó de emoción y le dijo a su esposo que se sentía en una película mexicana en blanco y negro, que la imagen de aquella joven la remontaba a una época muy bonita, pues había algo en ella que le transmitía el amor por su trabajo.
La joven de la chalupa escuchó su comentario y se sintió honrada, por lo que les regaló una pequeña canasta de flores; ellos la aceptaron y le agradecieron con gentileza y, al mismo tiempo, le preguntaron el por qué. Respondió que su empleo era uno de los más humildes, pero ella había decidido trabajar como vendedora de flores en una chalupa, por el gran amor que le tenía a aquel lago, y, con gran esmero, cantaba sus canciones en recuerdo de sus antepasados.
Les dijo que, en ocasiones, su trabajo era poco valorado por algunas personas, porque no requería mucha preparación para hacerlo, por eso agradecía el comentario de la señora, ya que no sólo honraba a sus antepasados, sino que la halagaba a ella.
El hijo de aquella pareja tendría alrededor de 10 u 11 años, nunca había trabajado, aún era un niño. Vio a la joven y su chalupa llena de flores y le entristeció pensar que su labor fuera poco reconocida, pues, al igual que el trabajo de sus padres, requería esfuerzo, tiempo y dedicación; le dijo que admiraba lo que ella hacía.
La joven agradeció aquel gesto, después delicadamente comenzó a remar sobre las aguas del canal de Xochimilco y siguió cantando con gran entusiasmo, ofreciendo flores.
El papá le preguntó al niño sobre aquel cumplido, él respondió que el trabajo de aquella joven y su chalupa podía ser uno de los más humildes, pero ella era feliz, y realmente lo transmitía en lo que hacía. Los padres agradecieron que su hijo pensara así, pues ningún trabajo podía ser menospreciado, al contrario, debía reconocerse su labor, que era realmente honrada, y su hijo lo había hecho.