Patricia León Santacruz
Imaginemos dos situaciones hipotéticas, que espero nunca nos vayan a suceder:
La primera es que alguien va a recoger a nuestro hijo a la escuela en nombre nuestro, y nosotros no se lo pedimos. La otra es la muy comentada situación de las llamadas de extorsión en la que nos sorprenden con una llamada con la que nos dicen que nuestro familiar fue secuestrado y que tenemos que hace un depósito de dinero para recuperarlo.
Cualquiera de las dos situaciones resulta aterradora, pero, ¿qué podemos hacer para protegernos, o proteger a nuestro hijo?
Una cosa importante que nos puede ayudar en estos casos, es el tener una palabra clave para la familia. Una palabra que acordemos en la familia y que sea secreta, que no se la platiquemos a todo el mundo. Esta palabra secreta puede ser el apoda de la abuelita, o el color de la pijama preferida de la mamá, o la comida favorita de la hija, o el lugar al que llevan a donar la ropa que no les queda. Estos, como un sinfín de acertijos. El caso es que sea algo que solo la familia lo sepa.
De esta forma, en caso de haber una situación como las hipotéticas descritas al principio, el niño le podrá preguntar a la persona que lo vino a recoger en nombre de su mamá argumentando que ella tuvo un contratiempo, cuál es la palabra secreta. En caso de que el caso de la mamá sea cierto, la mamá le debió haber dado la clave secreta a la persona que realiza el favor.
En el caso de que nos argumenten que tienen a un familiar secuestrado, la forma de comprobar si la persona realmente está retenida contra su voluntad, es el pedirle al secuestrador que le pregunte la palabra secreta a nuestro pariente. Si no la conocen, es que la llamada es una vil extorsión telefónica.
Así que ya saben, pónganse de acuerdo con su familia y definan su clave de seguridad. Así podrán vivir más tranquilos.