Si revisamos los derechos de los niños, niñas y adolescentes, encontramos en el decimocuarto lugar el Derecho a la libertad de expresión y de acceso a la información. Este, como los demás, es importante y no siempre respetado. Recuerdo innumerables ocasiones en que he escuchado a un adulto pedir a un menor que guarde silencio ya que no conoce del tema o por ser pequeño. Sin embargo, no cabe duda que la comunicación abierta favorece las buenas relaciones. Sin embargo, es importante que consideremos que la libertad tiene límites.
Los menores de edad tienen derecho a ser escuchados. Sin embargo, hay que enseñarles a expresarse dentro de los límites del respeto a los demás. Muchas veces los padres permiten que sus hijos griten, utilicen palabras altisonantes o comuniquen ideas fuera de contexto. Para cumplir nuestro rol como padres y formadores, es importante enseñarles, mediante el ejemplo, la correlación que hay entre lo que expresamos y el respeto. Mientras mejor presentemos nuestras ideas de una manera respetuosa, serán mejor atendidas por las personas que están con nosotros. La forma como nos expresamos puede suavizar o endurecer nuestro mensaje.
Cuando no controlamos nuestras emociones antes de hablar nuestro mensaje puede resultar muy negativo. Es fácil soltar palabras duras cuando estamos molestos y herimos a los demás. Cuando nuestros hijos se sienten frustrados se asegurarán de que nos enteremos de lo que piensan. Y, por lo general, no lo dirán de una manera amistosa ni diplomática. Practicarán su derecho a la libertad de expresión pero no estarán haciéndolo de manera respetuosa.
Para que tus hijos aprendan a usar ese derecho, pon atención en la forma como tú usas tu mismo derecho.
Patricia León Santacruz