Un viejo bandolón se encontraba abandonado, descuidado y en desuso en una bodega. Hacía muchos años que sus cuerdas ya no tocaban bien y, con el tiempo, había sido olvidado por quien lo tocó alguna vez.
Hasta que un día, una niña entró a la bodega y, entre tantos objetos perdidos y olvidados, en medio de todas las cosas antiguas que guardaba aquel lugar con muchos recuerdos, ése fue el primer objeto que llamó su atención.
La figura de aquel instrumento musical le parecía algo desconocido a sus ojos e, incluso, su sonido era extraño, pero reconoció en éste una pieza única y especial; debajo de todo el polvo y, a pesar de sus cuerdas dañadas, estaba muy bien conservado.
La pequeña comenzó a limpiarlo con mucho cuidado, pero también con curiosidad, descubriendo la belleza de aquel objeto, tenía un acabado en la madera muy interesante y, tallada sobre la tapa del instrumento, había una frase que decía:“el bandolón de los sueños”.
La niña conoció el nombre de aquel extraño instrumento musical y recordó que algunos de sus familiares habían formado un mariachi y se habían dado a conocer por todo el mundo con la música mexicana, acompañados por una gran variedad de instrumentos musicales.
Ese viejo bandolón debió haber sido parte de aquel reconocimiento internacional de la música mexicana y del mariachi de su familia. Ella había encontrado un gran tesoro que, por alguna razón, había sido olvidado en la bodega; no sabía si regresarlo a su lugar o llevarlo con los adultos para que le hablaran de éste.
Después de haberlo pensado, consideró la segunda opción y, cuando apareció con el viejo bandolón en la sala, donde todos estaban reunidos, un sentimiento albergó a los adultos. —¿Dónde lo has encontrado?, —preguntó su madre, la niña respondió que en la bodega, que estaba entre todos los objetos, sucio y descuidado, pero lo había limpiado y lo llevaba ante ellos, para que le hablaran sobre éste.
El tío comentó con alegría que había encontrado “el bandolón de los sueños”, un instrumento musical único que lo había acompañado a él y a un grupo de mariachis a cumplir su sueño, y dijo: —Cuando era un niño como tú, tu abuelito me enseñó a tocar el bandolón, un instrumento poco conocido actualmente que transmite la alegría de nuestras raíces; me dijo que por medio de éste podría ser famoso, siempre y cuando, lo tocara con el corazón y el espíritu del mariachi.
Una tarde de hermosas anécdotas se desprendió de ese instrumento y, entre más las escuchaba la niña, más añoraba aquel bandolón, pues comprendió que los seres humanos eran capaces de cumplir sus sueños y de ser reconocidos en todo el mundo, creando una identidad propia.
El bandolón había formado parte de aquellos logros, pues es el instrumento musical que acompaña a los músicos para transmitir hermosas melodías, así como son nuestras acciones las que reflejan nuestra identidad. La niña tomó el bandolón en sus manos y le dijo a su tío que apreciaba aquel objeto por su sencillez y que quería escucharlo tocar una vez más como en el pasado.
El tío volvió a tomar su instrumento, afinó las cuerdas, reparó las que estaban dañadas e improvisó una canción que dedicó a su sobrina; en ésta expresó que, al igual que “el bandolón de los sueños”, ella debía perseguir los suyos hasta alcanzarlos, pero nunca debía olvidar quién era; así, cuando lograra sus sueños, tendría la certeza de que vivió con plenitud conforme a su persona.