Hay momentos en los que nos sentimos muy pequeños y con pocas energías para ser mejores, pero siempre sobran razones para salir adelante, esforzarnos y dar más, esto lo aprendí ayer. Me sentí de alguna manera con baja autoestima y desánimo; por algún motivo, por más que me esforcé esta semana, no todas las cosas salieron como esperaba.
Mi abuelo vino a visitarme y vio mi poco entusiasmo; me invitó un helado, mientras lo acompañaba a caminar por la calle de regreso a casa, juntos creamos una historia más de la lotería. Él me ha ayudado a recuperar mi autoestima, pues, al ver mi desánimo, me contó una hermosa narración.
Me preguntó: —¿Has visto aquel pequeño monte que, justo ahora, se colorea con la luz rojiza del atardecer?, —le respondí que sí, y durante el tiempo en que los hermosos colores del cielo se tornaban muy cálidos, mi abuelo prosiguió: —Todas las mañanas, el sol sale en el horizonte. Apenas sus rayos se vislumbran en el cielo, las personas saben que ya amaneció y un nuevo día comienza. A veces le cuesta más trabajo salir, porque las nubes moteadas o cargadas de agua cubren el cielo, sin embargo, el sol vuelve a brillar todos los días. En las diferentes estaciones del año, nos regala cálidos e, incluso, agradables momentos para disfrutar. Cuando llega la noche, el sol se despide de nosotros con hermosos atardeceres, como el que estamos presenciando, y espera volver a la mañana siguiente para alegrarnos cada instante y seguir adelante.
La historia me alegró sin saber por qué, pues el sol hace esto todos los días y es de lo más común. El abuelo carraspeó y me preguntó: —¿Sabes por qué te estoy contando esto?, —respondí que lo hacía para animarme, pero él me sonrió con una suave expresión y, sentándonos en una banca para terminar de ver la puesta del sol, agregó: —Imagina que eres como el sol, todos los días te levantas; en ocasiones, tienes más energía, fuerza y entusiasmo que otras mañanas. A cada instante que los rayos de luz, es decir, tus acciones, se ponen en marcha, traen consigo buenos resultados, pero, a veces, un exceso de luz, como de esfuerzo, es fatigante, y la falta de luz, esto es, la flojera o el desánimo trae consigo la lluvia, o sea, la tristeza o la pereza. Pero un sol radiante, como las buenas acciones, son cálidos y hermosos instantes que recordaremos como los mejores atardeceres, es decir, nuestros mejores días. Todos debemos descansar para volver al día siguiente, procurando ser mejores. Si no tienes suficientes motivos, recuerda que el sol visita otros lugares e ilumina la vida de cada ser vivo en nuestro planeta. Cuando te sientas triste o pesimista, piensa en el sol, éste tiene muchas razones para brillar; el mundo lo conoce y sabe lo importante que es su existencia para cada uno.
Estas palabras me hicieron reflexionar. Si todas las personas encontramos nuestra misión en la Tierra, podremos hacer mejor las cosas y ser reconocidas no sólo por lo que somos, sino por lo que hacemos.
Al final del día, regresamos a casa, y agradecí infinitamente la compañía de mi abuelo, pues con él he empezado a ver un entorno más humano y un país hermoso, como el colorido juego de la lotería.