La lluvia hacía que el agua de la fuente se desbordara. La flora del parque reverdecía y los caminos se llenaban de enormes charcos. La gente corría en todas direcciones para refugiarse de la gran tormenta.
En un lugar donde es muy común que llueva, la gente considera como una rutina al ver los paisajes nublados y llenos de humedad e, incluso, se prepara al salir de su casa, llevando una gabardina o un paraguas consigo. A quienes les toma por sorpresa buscan un lugar seguro y esperan a que la tormenta pase.
Una niña se dirigía al parque a estrenar su nuevo paraguas; quería brincar en los charcos con sus botas y su impermeable puestos; desde lejos, su mamá la cuidaría. La lluvia hacía más divertida la hora de jugar y brincar. Qué sensación tan refrescante correr y salpicar el agua.
La niña siguió jugando hasta que, cansada de tanto correr, se detuvo y, repentinamente, el aguacero apretó. Qué diferente se veía el parque en comparación con los días soleados.
Miraba con atención cada detalle; observó en un pequeño rincón a un niño vestido con un pantalón, una playera y unas sandalias, cubriéndose con un pedazo de cartón; en sus brazos llevaba un pequeño cachorro.
No había un mejor lugar donde refugiarse, hasta que de repente, sintió que ya no se mojaba y suavemente levantó su cara. Se acurrucaba con su cachorro, diciéndole que todo iba a estar bien.
La niña estaba frente a él con su paraguas nuevo; le extendía su mano para dárselo pero, en realidad, se lo estaba regalando para que se cubriera y regresara a su casa.
El niño se levantó con su cachorro en manos, miró a la niña y le dijo gracias. Mientras se cubría con la gorra de su impermeable, vio cómo él se alejaba con el cachorro y su paraguas. Pensó que su mamá la regañaría cuando le dijera que le había regalado su paraguas a un niño que había encontrado en la calle, pero realmente creía que él lo necesitaba más que ella.
Así que fue a donde estaba su mamá, quien sería la jueza de su acción. ¿La castigaría por regalar su paraguas nuevo o la comprendería? Antes de que le dijera algo, la niña le explicó lo que había pasado en el parque. Ella le dijo que había decidido regalar el paraguas porque consideró que era lo correcto, pues el niño no podía cubrirse de la lluvia.
La mamá le respondió que el paraguas lo había comprado para ella y no para que se lo regalara a los extraños en la calle; sin embargo, había visto todo a la distancia y estaba orgullosa de que su hija fuera una persona solidaria y generosa, por eso no la castigó, sino que le dio un abrazo. Nuestros actos pueden ser juzgados en apariencias, pero las buenas intenciones deben ser motivadas desde el corazón y serán recompensadas.
Unas semanas después, en un día soleado, la niña se dirigía a jugar al parque, cuando un cachorro se le acercó; ella inmediatamente lo reconoció y miró a su alrededor. Su dueño estaba sentado en una banca, era el niño a quien le había regalado su paraguas, lo traía consigo y ahora se lo regresaba. Le mencionó que la fue a buscar al mismo parque todos los días después de aquella tormenta, para darle las gracias y regresárselo, a lo que la niña le sonrió.